The second half of today’s Gospel is a tough one. Jesus says sin is so horrible that you should cut off the body part that leads you to sin. Nothing about forgiveness; the only option is to end up maimed. But the first half strikes a completely different note. If we do good things in Jesus’ name, the Lord will welcome us. Even if all we do is pour a cup of water for someone, we will be eternally rewarded. Perhaps Jesus is warning his disciples about judging the motivations of others while dismissing one’s own tendency to sin. Joshua judged the motivations of two men who dared to prophesy even though they seemingly hadn’t received the spirit. But Moses supports the two, even saying, “Would that Lord might bestow his spirit on them all!” (Numbers 11:29). The more people who are moved by the spirit to speak and act in God’s name, the better. As it happens, the Lord bestows the holy Spirit on Christians of all denominations in bap sm. With that cup of water poured over us, we are all welcomed into eternal life with the Lord.
How can you be less judgmental of others while being more honest with yourself?
La segunda mitad del Evangelio de hoy es dificil. Jesús dice que el pecado es tan horrible que hay que cortar la parte del cuerpo que nos lleva a pecar. No dice nada sobre el perdón; la única opción es acabar mutilado. Pero la primera mitad tiene un tono completamente diferente. Si hacemos cosas buenas en nombre de Jesús, el Señor nos recibirá. Incluso si todo lo que hacemos es servirle un vaso de agua a alguien, seremos recompensados eternamente. Tal vez Jesús está advir endo a sus discípulos acerca de juzgar las motivaciones de los demás y desestimar la propia tendencia a pecar. Josué juzgó las motivaciones de dos hombres que se atrevieron a profetizar aunque aparentemente no habían recibido el espíritu. Pero Moisés apoya a los dos, llegando a decir: “¡Ojalá que el Señor pusiera su Espíritu sobre ellos!” (Números 11:29). Cuantas más personas sean movidas por el espíritu para hablar y actuar en nombre de Dios, mejor. Resulta que el Señor otorga el Espíritu Santo a los cristianos de todas las denominaciones en el bautismo. Con ese vaso de agua derramado sobre nosotros, todos somos bienvenidos a la vida eterna con el Señor.
¿Cómo puedes ser menos crí co con los demás y al mismo tiempo ser más honesto con go mismo?
“ Where do the wars and where do the conflicts among you come from?” James asks in the second reading (James 4:1). From jealousy, selfishness, and greed for what we don’t have, he concludes. We see these human passions playing out in today’s other readings. In Wisdom, the wicked ones torture the just one, for he stands in the way of their lawlessness. In the Gospel, while Jesus teaches his disciples that he is to suffer and die, they argue about which of them is the greatest. In both cases, people are thinking of themselves first. Others are only obstacles. We can let ourselves be swayed by the same passions; but instead, to use James’ words, we should be “peaceable, gentle, compliant, full of mercy” (James 3:17). The qualities lead us to be other-centered, not self-centered. These are qualities we admire and nurture in children, children like the ones Jesus embraces as an example of being the “last of all” (Mark 9:35). These are the qualities that we need to strive to exercise ourselves.
How do you tamp down jealousy and envy? How can you be more peaceable and merciful?
“¿De dónde vienen las guerras y los conflictos entre ustedes?”, pregunta San ago en la segunda lectura (Santiago 4:1). De los celos, el egoísmo y la codicia por lo que no tenemos, concluye. Vemos estas pasiones humanas en las otras lecturas de hoy. En la Sabiduría, los malvados torturan al justo, porque se interpone en el camino de su maldad. En el Evangelio, mientras Jesús enseña a sus discípulos que él debe sufrir y morir, ellos discuten sobre quién de ellos es el más grande. En ambos casos, las personas piensan primero en sí mismas. Los demás son solamente obstáculos. Podemos dejarnos llevar por las mismas pasiones; pero en cambio, para usar las palabras de Santiago, debemos ser “pacíficos, amables, dóciles, llenos de misericordia” (Santiago 3:17). Estas cualidades nos llevan a centrarnos en los demás, no en nosotros mismos. Son cualidades que admiramos y fomentamos en los niños, niños como aquellos a quienes Jesús acoge como ejemplo de ser “los úl mos de todos” (Marcos 9:35). Son cualidades que debemos esforzarnos por ejercitar nosotros mismos.
¿Cómo podemos controlar los celos y la envidia? ¿Cómo podemos ser más pacíficos y misericordiosos?
When Jesus asks his disciples who they say he is, Peter immediately declares, “You are the Christ” (Mark 8:29), Christ being the Greek translation of Hebrew Messiah. Poor Peter. He had it right, yet he got it all wrong. Yes, Jesus was the Messiah, but not the Messiah the disciples expected. Jesus sets them straight immediately, teaching them that he was sent to suffer and die. Peter cannot accept this. The disciples had just seen him cure yet another person and confront the religious authorities. Shouldn’t the Messiah continue doing both, eventually ending all their infirmities an triumphing over their oppressors? Isaiah was closer to seeing things from God’s perspective. People spat in his face, but Isaiah was willing to face the next confrontation because he trusted that God was with him. Jesus tells his disciples that they too must deny themselves, take up their crosses, and follow him. This is our challenge now. Today, as we receive Christ in word and sacrament, we unite with him in carrying our crosses. We will suffer, but our suffering is made holy by his presence.
How can knowing that Christ is with you in your suffering make it easier for you to cope with carrying your cross?
Cuando Jesús les pregunta a sus discípulos quién dicen que es él, Pedro declara inmediatamente: “Tú eres el Cristo” (Marcos 8:29), siendo Cristo la traducción griega del Mesías hebreo. Pobre Pedro. Tenía razón, pero se equivocó. Sí, Jesús era el Mesías, pero no el Mesías que los discípulos esperaban. Jesús los corrige de inmediato, enseñándoles que fue enviado a sufrir y morir. Pedro no puede aceptar esto. Los discípulos acababan de verlo curar a otra persona y enfrentarse a las autoridades religiosas. ¿No debería el Mesías con nuar haciendo ambas cosas, terminando finalmente con todas sus enfermedades y triunfando sobre sus opresores? Isaías estaba más cerca de ver las cosas desde la perspec va de Dios. La gente le escupió en la cara, pero Isaías estaba dispuesto a enfrentar la siguiente confrontación porque confiaba en que Dios estaba con él. Jesús les dice a sus discípulos que ellos también deben negarse a sí mismos, tomar sus cruces y seguirlo. Este es nuestro desa o ahora. Hoy, cuando recibimos a Cristo en la palabra y el sacramento, nos unimos a él para llevar nuestras cruces. Sufriremos, pero nuestro sufrimiento se hace san ficado por su presencia.
¿Cómo puede el saber que Cristo está con go en tu sufrimiento hacer que sea más fácil para sobrellevar tu cruz?
For the past three weeks, we have heard Jesus tell the crowds that he is the Bread of Life, sent from heaven to sacrifice his body and shed his blood for the life of the world. It is now up to us to make a choice. Do we choose to believe this and eat his flesh and drink his blood, receiving eternal life within us? Or is this too great a demand, to literally make Jesus Christ central to our very being? This is the challenge Jesus gives to his disciples in today’s Gospel and to us now. First, we hear Joshua issue a similar challenge to all the tribes of Israel. He testifies first: “As for me and my household, we will serve the Lord” (Joshua 24:15). The people all follow suit. But the response to Jesus is not unanimous. “Many of his disciples returned to their former way of life and no longer accompanied him” (John 6:66). Jesus’ way of life was too radical. For if we truly accept Jesus within us, if we truly believe that he has “the words of eternal life” (John 6:68), then we must live out those words with all our being.
How do you show the choice you’ve made to believe in the Lord and make him central to your very being?
Durante las últimas tres semanas, hemos escuchado a Jesús decir a las multitudes que él es el Pan de Vida, enviado del cielo para sacrificar su cuerpo y derramar su sangre por la vida del mundo. Ahora nos toca a nosotros hacer una elección. ¿Elegimos creer esto y comer su carne y beber su sangre, recibiendo la vida eterna dentro de nosotros? ¿O es esta una exigencia demasiado grande, hacer literalmente que Jesucristo sea el centro de nuestro ser? Este es el desafío que Jesús les da a sus discípulos en el Evangelio de hoy y a nosotros ahora. Primero, escuchamos a Josué lanzando un desafío similar a todas las tribus de Israel. Él testifica primero: “En cuanto a mí y mi casa, serviremos al Señor” (Josué 24:15). Todo el pueblo sigue su ejemplo. Pero la respuesta a Jesús no es unánime. “Muchos de sus discípulos volvieron a su antigua manera de vivir y ya no lo acompañaban” (Juan 6:66). El estilo de vida de Jesús era demasiado radical. Porque si verdaderamente aceptamos a Jesús dentro de nosotros, si verdaderamente creemos que Él tiene “palabras de vida eterna” (Juan 6:68), entonces debemos vivir esas palabras con todo nuestro ser.
¿Cómo demuestras la elección que has hecho de creer en el Señor y hacerlo central en tu propio ser?
“Eat healthy!” we’re told. We check the nutrition facts on the label to see if the foods we eat are high fiber and vitamins and low in fat and cholesterol. Our physical health depends a lot on what we eat. So does our spiritual health, just in a different way. In today’s first reading, Wisdom, personified as a woman, generously offers food and wine to increase understanding. The psalmist tells us that God’s goodness can be tasted. Paul advises us to be filled with the Spirit and not drunk with wine. Then in the Gospel, Jesus repeats what he has been trying to get the crowds to understand. “I am the living bread that came down from heaven; whoever eats this bread will live forever” (John 6:51). He goes on to say, “Whoever eats my flesh and drinks my blood remain in me and I in [them]” (6:56). Jesus is making it clear that we are to take this literally, using the word trogo, which translates as to chew or to gnaw. It is a physical action, one in which Jesus’ body and blood, sacrificed on the cross, become part of us, nourishing us, strengthening us, energizing us. After all, we are what we eat.
How do you show that you have the body and blood of Christ in you?
“¡Come sano!”, nos dicen. Comprobamos la información nutricional de las etiquetas para ver si los alimentos que comemos tienen un alto contenido de fibra y vitaminas y un bajo contenido de grasas y colesterol. Nuestra salud física depende mucho de lo que comemos. También depende nuestra salud espiritual, solo que de una manera diferente. En la primera lectura de hoy, la Sabiduría, personificada como una mujer, ofrece generosamente comida y vino para aumentar la comprensión. El salmista nos dice que la bondad de Dios se puede saborear. Pablo nos aconseja que nos llenemos del Espíritu y no nos emborrachemos con vino. Luego, en el Evangelio, Jesús repite lo que ha estado tratando de hacer entender a las multitudes. “Yo soy el pan vivo que bajó del cielo; el que come de este pan vivirá para siempre” (Juan 6:51). Continúa diciendo: “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él” (6:56). Jesús está dejando en claro que debemos tomar esto literalmente, usando la palabra trogo, que se traduce como masticar o roer. Es una acción física, en la que el cuerpo y la sangre de Jesús, sacrificados en la cruz, se hacen parte de nosotros, nos nutren, nos fortalecen, nos dan energía. Al fin y al cabo, somos lo que comemos.
¿En qué puedes hacer para seguir siendo el cuerpo de Cristo para los demás?
God gives life. That God gives life to the world is an image that goes back to creation, for God is seen as the author of creation, the creator of all life. Now, in Jesus, God has given us life eternal. As Jesus points out in today’s Gospel, the Chosen People survived the desert on the manna God gave them, but in the end they died, just as we all do. But Jesus’ promise is much more than a homeland of our own; he promises that whoever eats the bread he gives will live forever. The manna sent by God nourished people for this life; Jesus, the living bread sent by God, nourishes us for eternal life. Moreover, Jesus tells the crowds that “the bread that I will give is my flesh for the life of the world” (John 6:51). Since we become what we receive, the Eucharist that we receive transforms us into the body of Christ. This resonates with Paul’s words to the Ephesians: “be imitators of God”: to be kind, compassionate, forgiving, and loving (5:1). The Bread of Life enables us to be the body of Christ for others.
What can you do to further become the body of Christ for others?
Dios da la vida. Que Dios dé vida al mundo es una imagen que se remonta a la creación, pues Dios es visto como el autor de la creación, el creador de toda vida. Ahora, en Jesús, Dios nos ha dado la vida eterna. Como Jesús señala en el Evangelio de hoy, el Pueblo Elegido sobrevivió al desierto con el maná que Dios le dio, pero al final murió, como todos nosotros. Pero la promesa de Jesús es mucho más que una patria propia; promete que quien coma el pan que él da vivirá para siempre. El maná enviado por Dios alimentó a la gente para esta vida; Jesús, el pan vivo enviado por Dios, nos alimenta para la vida eterna. Además, Jesús dice a las multitudes que “el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo” (Juan 6:51). Puesto que nos convertimos en lo que recibimos, la Eucaristía que recibimos nos transforma en el cuerpo de Cristo. Esto resuena con las palabras de Pablo a los Efesios: “sed imitadores de Dios”: ser amables, compasivos, perdonadores y amorosos (5:1). El Pan de Vida nos permite ser el cuerpo de Cristo para los demás.
¿En qué puedes hacer para seguir siendo el cuerpo de Cristo para los demás?
The spirits of the Chosen People had hit rock bottom. Day after day after day they had been wandering in the desert. Reaching the so-called promised land seemed hopeless. They would starve first. Moses appeals to God for something, anything, to give them sustenance, to give them hope, to enable them to go on. God responds by raining down mana for them. Bread from heaven! Centuries later, humanity is wandering in the desert of sin and death. Only a handful of prophets realize that death and sin could be overcome. But once again, God sends bread from heaven to sustain us and bring us life. This time that bread is Jesus, the Bread of Life. This Bread, whom we receive in the Eucharist, nourishes and sustains us on our journey through the valley of sin and death to the kingdom, to eternal life. Let us remain ever hopeful, no matter how difficult or bleak our journeys may be, for God has promised us a place in the kingdom and has given us the Bread of Life to lead us there.
How do you pass on what your receive—the bread of life—to others?
Los espíritus del Pueblo Elegido habían tocado fondo. Día tras día habían estado vagando por el desierto. Alcanzar la llamada tierra prometida parecía imposible. Primero morirían de hambre. Moisés pide a Dios algo, cualquier cosa, para darles sustento, darles esperanza, permitirles seguir adelante. Dios responde haciendo llover maná para ellos. ¡Pan del cielo! Siglos después, la humanidad vaga por el desierto del pecado y la muerte. Sólo un puñado de profetas se dan cuenta de que la muerte y el pecado pueden ser superados. Pero una vez más, Dios envía pan del cielo para sostenernos y darnos vida. Esta vez ese pan es Jesús, el Pan de Vida. Este Pan, que recibimos en la Eucaristía, nos nutre y sostiene en nuestro camino por el valle del pecado y de la muerte hacia el reino, hacia la vida eterna. Mantengamos siempre la esperanza, no importa cuán difíciles o sombríos puedan ser nuestros viajes, porque Dios nos ha prometido un lugar en el reino y nos ha dado el Pan de Vida para llevarnos allí.
¿Cómo puedes transmitir lo que recibes—el pan de vida—a otros?